martes, 29 de julio de 2008

Himno de Amor Libertario

I

cuando los hombres, igual a dioses
retornan los ojos hacia las altas montañas
y por ellas sienten la dulce nostalgia,
allí en sus pechos arde una ausencia
y el viento es un lenguaje desde siempre conocido
y el silencio una palabra más dulce que el amor.
Entonces el hombre se desborda en su precipicio,
se mira en las aguas del vacío
y siente miedo...
Los ojos se le llenan de bruma
y no puede ver ya las altas montañas,
olvida su nido entre pájaros e ícaros
y camina amargo

II

de entre ellos alguno, armado de los celestes sueños
recibe perfecta la imagen de sus padres
-las rocas entre las cumbres de las altas montañas...-
y la guarda como un huevo
hasta que el dolor del secreto abre las alas del mutismo:
una porción de luz en manos de los hombres,
uno hecho luz como el inmolado

III

así se esparce el maíz en el maizal,
así las piedras fueron hombres,
así supieron lo que eran las estrellas fugaces.
Una llaga permeada de la luz de las cumbres,
eso es el corazón del hombre: sentirse astro al mirar el sol,
saberse una piedra en el obelisco de la verdad.
Recordar como frente a las aguas de la fuente originaria
el sagrado lecho que abriga su antaño nacimiento,
llenarse sus ojos de viejas mitologías
como la intuición profunda de lo que ha sido

IV
se eleva entonces su pecho, lleno de alas
inundado de sentimientos celestes,
ennoblecido el corazón y sublimada el alma.
Recuerda perfecta las altas cumbres de su origen,
ecuménico y mitológico: el hombre,
el hombre, el hombre poderoso y soberano,
lleno de luz y vigoroso, dispuesto a vivir
por primera vez: libre,
reencontrado con lo que en su memoria
fue la huella inexacta de su verdadero rostro.
Así
y para siempre
y siendo uno sólo con la mujer
e infinito en el amor.