martes, 22 de enero de 2008

(...)

Me pica la pichula

domingo, 6 de enero de 2008

El juego de los tristes (fragmento inconcluso)

(aqui un fragmento de una obra dramática en construcción, donde busco indagar en los limites expresivos tanto del verso como del dialogo y su posibilidad poética. Además como el imperativo de tener que forzar la escritura a algo que no nos sea siempre cómodo y cercano, a géneros desconocidos pero cautivantes)



(Luz baja, un tanto rojiza. A la izquierda Adán sentado de frente, dos metros a la derecha, también sentado, se encuentra Isidor. El diálogo tiene un sonsonete levemente infantil)
Adán: (con una alegría inocente) ¿y como eran nuestros padres, y los padres
de nuestros padres…?
Isidor: no lo se…como nosotros quizá (perplejo)
sí, como nosotros…
Adán: ¿y antes?
Isidor: (sin convicción) también…
Adán: ¿Y todos son iguales siempre?
Isidor: (sin mirarlo) sí, Adán, somos todos el mismo.

(Adán se para y mira sin punto fijo hacia adelante, su voz toma un tono más introspectivo.)
Adán: sabes… tengo ganas de llorar…
me he dado cuenta que todo cuanto he visto
nunca supe porqué estaba allí.
Quisiera saber si siempre ha sido igual,
como el sol que sale y se esconde,
de la misma manera…
Isidor: (guarda silencio un momento) tus preguntas te mantienen triste,
olvídalas… antes de saber todo eso,
antes aún las cosas seguían siendo lo que son.
Adán: ¿nada más?...son tan bellas…
y no sé nada de ellas…
Isidor: y nada deberías saber,
no es necesario; cuantas veces has mirado al sol,
todas ellas te has quemado los ojos,
así mismo las cosas,
su indiferencia te inquieta…
Adán: (con la mirada perdida) tengo ganas de llorar…
(con voz más infantil) ¿todo tiene que morirse?
¿nada puede ser para siempre? (como respondiéndose en voz alta)
no, nada….
Isidor: descansa…Adán.( lo mira de pronto) ¿y tu…(Adán lo mira sorprendido)
has pensado como eran nuestros padres?
Adán: sí, lo he pensado…muchas veces (se sienta y observa los pies).
Isidor: y qué piensas (como esperando ansioso una respuesta)
Adán: que no tenemos padres, Isidor…
nunca los hemos tenido,
hemos estado desde siempre aquí,
y sólo ahora lo hemos percatado…
Isidor: (como un niño extasiado con un sermón que no entiende) ¿eso crees?
Adán: (serio y explicativo) no sé si lo creo…
(luego adopta el tono sin convicción) pero lo pienso…
Isidor: tú piensas mucho Adán, una vez
escuché que todos los que pensaban
se vuelven locos, aunque yo no creo
que tu estés loco, Adán.

Adán: (continuando con su plática, como si lo anterior no hubiese sido escuchado)
¿recuerdas como llegamos aquí?
Isidor: (mira el muro derecho de frente) yo no recuerdo nada…
Adán: ¿nada…?
Isidor: sí, pero pocas.
Adán: ¿qué cosas?
Isidor: (se voltea y lo mira fijamente) mi nombre y el tuyo, Adán…
Adán: ¿cómo sabes mi nombre?
Isidor: no sé; sé pocas cosas
y las que sé, siento que las he sabido
desde siempre.
Adán: (reflexiona) ¿qué soñaste anoche, Isidor?
Isidor: …anoche…¿por qué me lo preguntas? (Adán lo mira y le hace entender que no
importa el motivo) soñé que estábamos solamente tu y yo, desnudos…
y yo te besaba, Adán. Te besaba y tu me decías que me querías,
y yo miraba hacia el cielo y caía una manzana
y la manzana se abría y nos decía:
es así, no puede ser de otra forma,
se mira las flores o se salta al vacío.
Sentí miedo, nunca te he besado, Adán…
Adán: (moviendo los pies, comienza a narrar su sueño, pero no da aviso de que lo hará)
yo estaba en un camino…lleno de ramas
y quise subir a un árbol,
y no sabía por qué,
cuando estuve en la punta más alta
dormí en él una siesta, al despertar
habían pasado muchos años
y entonces supe que te estaba esperando…
Isidor: (llora, pero sin motivos) ya sé…juguemos a que todo tiene otro nombre
Y tu te llamas “Dios”.
Adán: (vagamente nostálgico) pensé una vez que nuestro padre se llamaba “Dios”…
Isidor: ¿y cómo lo pensaste?
Adán: no sé…contando las estrellas…
Isidor:¿y cuantas hay?Adán: muchas, como para llenarse las manos…

* * * *