domingo, 13 de abril de 2008

Te mando un beso al fondo de tu locura
(Claudia)

Comienzo a sentirme solo.
Me recuesto en mi cama y me cubro con las frasadas,
cierro los ojos y en un acto tan tonto
imagino mujeres hermosas que quisieran pasar la noche conmigo.
Nadie podría creerme que no las imagino desnudas,
nadie querría creerme si les cuento que me siento tan tonto
y ellas me escuchan y me soban despacio la nuca;
me dicen que duerma tranquilo, que no soy tan malo como dicen,
que ellas saben que nunca he sido tan cruel, que ellas saben
que en silencio y como todos…he creído en el amor.
Y yo…quisiera hablar pero me dicen que calle,
que no hacen faltas ya palabras, que están aquí
y me abrazan y me besan como a un hijo.
Les pregunto si se disgustan porque estoy borracho,
ríen y responden: tú siempre estás borracho.
Yo les doy empujones suaves y ellas juegan a que están molestas,
y así nos pasamos el tiempo jugando a las despedidas.
Ya no quiero estar solo –les digo. No te dejaremos solo –me dicen.
Nunca, nunca más…–les digo. Si…nunca más –me dicen.
¿Y por qué han tardado tanto, entonces?
(uno siempre llega a sentirse ridículo cuando está solo,
habla con las murallas, juega a navegaciones por mares infinitos,
uno cree que está loco…)
Hace algún tiempo –les cuento– me convencí de que estaba loco.
Pero tú no estás loco –me dicen.
–Pero cuando uno está solo empieza a creer que está loco.
–Pero tu no estás solo, por eso no estás loco…
No estoy solo…–me digo en voz alta y lo repito.
Oh! y qué alegría saberlo, qué alegría,
así uno se levanta de golpe para abrazarlas tan fuerte, y ya se han ido.
Me paro de la cama y río muy fuerte, haciendo gestos torpes
y doy saltos con los brazos abiertos.
¿Y dónde estarán? –me pregunto– ¿dónde estarán…?
Pero ya no importa.
Ya no me siento tan solo.